Mi trabajo como voluntario del equipo de calle de Arrels Fundació
- Autor/a
- ENRIQUE RICHARD RODRIGUEZ
- País
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España
- Provincia
-
Barcelona
Es una experiencia de
ENRIQUE RICHARD RODRIGUEZ
Soy Enrique y de apellido Richard. Tengo 60 años.
En noviembre del 2002 me uní, como voluntario, al equipo de calle de Arrels Fundació. Desde entonces que me gusta decir que ‘hago la calle’.
Junto a Puri, cada martes paseamos un trozo de Barcelona para descubrir y estar con esas personas que normalmente nadie ve. Personas que pasan desapercibidas. Unas veces, por las prisas que llevamos, otras, porque se esconden a nuestros ojos y otras, porque nos molestan, porque están sucias, huelen mal y deslucen nuestros barrios.
Sólo pretendo ‘estar’, acompañar. Que sepan que también hay gente que los mira con otros ojos y que, si él quiere, puede salir de la calle; pero sólo si él quiere.
Creo firmemente en que toda persona tiene derecho a vivir dignamente desde el mismo momento de nacer.
Y creo que estas personas tienen sus derechos enajenados,por eso mi trabajo consiste en devolver derechos.
A veces uno pensaría que nada más verte y ofrecerle sitio para comer y dormir, te van a recibir como héroe que le devuelves a la vida. ¡Qué lejos está de la realidad! Ellos ya están bien así, en su precariedad.
Llevan tantos años fuera de nuestra rueda de vida ‘normalizada’, que ya se han acostumbrado a no tener nada, ni tan siquiera dignidad.
O tal vez lo que tengan es miedo a retornar al mundo ‘normal’ de donde un día se salieron o ¿tal vez les echamos?Sea como fuere, no; no quieren salir de su estado. Se han acostumbrado a vivir así.
¿Quieren estar así? No lo sé; pero no parece que sea natural que alguien desee vivir así. Yo siempre pienso que nadie en sus sueños de niño ha querido ser indigente cuando fuere mayor. Calculo que nadie de niño pensó que dormiría en la calle, que la lluvia le mojaría y que tendría que buscar cartones cada noche para evitar pasar el frío.Ni estaría en su pensamiento que otros le pegarían, ni que estaría expuesto a la violencia del desalmado de turno. Porque en la calle también se sufre violencia. Ni soñaría con que nadie se le acercaría porque su olor les repugnara.
Ellos también fueron niños y seguramente que soñaron, como los demás, en ser médicos y bomberos y presidentes de la nación...
Algo le ha debido de remover por dentro para que las cosas estén como están. Algo le ha debido de suceder y ha debido de ser algo terrible.
Volver a la ‘normalidad’, como nosotros la entendemos, va a costar.A veces son años los que estamos relacionándonos en la calle sin conseguir que la persona pida nada. Pero seguimos estando allí, día a día, complacidos en nuestra relación de personas. Y en esta relación descubrimos la dignidad del otro y también la nuestra. Y me siento querido. Y se siente estimado.
Quizás con el tiempo quiera ducharse o arreglar el DNI que alguien, algún día se lo robó, o tener la pensión de jubilación, porque ya hace años que cumplió los 65... Y yo, entonces, con gusto, le facilitaré el acceso.
Y a lo mejor, más tarde, quizás algún año después, querrá dormir en pensión porque se siente cansado, y la buscaré. Aunque la primera noche dormirá en el suelo de la habitación porque ha perdido la costumbre de dormir sobre una cama.
Y tal vez, después de unas noches, se canse y vuelva a la calle, porque no se encontró. Y yo, entonces, seguiré estando allí, con él, en la calle, dignificando nuestras vidas en una relación de personas que creen en la dignidad, aun rodeados de un entorno precario e indigno.
Y me conformaré y quedaré satisfecho por él, por mí, por los dos, porque hemos descubierto en esa relación, tal vez, quien sabe, la vida. Precaria, sórdida, terrible, incomprendida, pero al fin y al cabo la vida.
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