Experiencias de Voluntariado


"Bueno, pues dejaré el pino"

Autor/a
ENRIQUE RICHARD RODRIGUEZ
País
España
Provincia
Barcelona

Es una experiencia de ENRIQUE RICHARD RODRIGUEZ

En esto de la exclusión, los milagros existen

Conforme pasa el tiempo y te mezclas más en este mundo, podrías pensar, como que tienes más experiencia, que ya lo sabes todo, que dominas la situación… ¡Mentira!

Para Jordi aquel pino era algo más que un adorno ecológico en medio del parque. Aquel pino, colocado en medio de los jardines de la Sagrada Familia, era para Jordi su casa. Sus ramas amparaban desde hace tiempo todas sus pertenencias: Un colchón (”y si llueve y se moja, no hay problema, le doy la vuelta”), unas mantas, unas bolsas de plástico llenas y poco más.

De vez en cuando los servicios de limpieza retiran todo y dejan el pino de Jordi limpio y vacío.

Y vuelta a empezar.

Hoy le hemos visto con la ropa mojada; todo él hecho una sopa.
“Nada, los aspersores que me han despertado y me han puesto así…”
Los artilugios de riego que se usan para que nuestros jardines estén bonitos, se disparan automáticamente sin tener en cuenta lo que riegan. Su ‘chup-chup’ mecánico rocían el suelo, la hierba, las hojas… y también el colchón y las bolsas… y al Jordi -¡pobre!- que allí ose estar durmiendo.

Un día, de esto hace ahora algo más de un año, vimos a Jordi por primera vez. Llevaba el ojo izquierdo tapado. Había ido de urgencias al hospital: Esa noche había hecho viento y su pino dejó caer sus agujas y una de ellas, al caer, le atravesó el ojo. No hubo nada que hacer. Desde entonces que Jordi quedó tuerto. Pero él siguió durmiendo allí con la tranquilidad del que lo ha perdido todo y la fatalidad del que ya nada puede ser peor.

Jordi tiene sesenta años.
Y según nos ha contado en otras ocasiones, ha trabajado de todo, pero ahora no tiene de nada.
Hoy nos ha recibido, como casi siempre, con una sonrisa.
No sabe bien bien quienes somos, ni cómo nos llamamos. Se olvida de todo. Nunca ha aceptado venir por el Centre Obert; pero hoy sí, sorprendentemente hoy sí.

Estaba chorreando, con frío y le hemos dicho -como otras veces lo hemos hecho- ¿quieres venirte a cambiarte de ropa? Y así, sin más, en silencio se ha puesto en pie, ha recogido su ‘platillo’, se ha guardado las monedas que tenía de ‘gancho’ y nos ha dicho “Vamos”.
Así, sin más. Y nosotros que no nos lo acabábamos de creer. ¡Ha aceptado! ¡Ha dicho que sí! ¿Y por qué precisamente hoy…?
¡Pues, vamos!

Hemos cogido el Metro y nos hemos presentado en Riereta.
Se ha duchado, se ha cambiado de ropa y le he recortado la barba, gris, larga, vieja. El pelo no, ni tocarlo todavía… Tanto tiempo…, que todo él es una ‘ras-ta’.

Mientras veníamos en el Metro y hablábamos amigablemente los tres, nos sentíamos observados por decenas de miradas que, sin pudor, nos interrogaban. Luego Puri y yo hemos comentado sobre lo que nosotros llamamos ‘el efecto insecticida’: Todos te hacen sitio y poco a poco te ves aislado del resto de la gente que te mira como si fueses un apestado.

En el camino aprovechamos para proponerle también dormir en pensión y comer caliente hasta que él quiera. Al menos hasta que encuentre aquel trabajo del que siempre nos habla y que le van a dar en aquella oficina que aún tiene que encontrar.

El milagro continuaba: Jordi aceptaba nuestra nueva propuesta.
Sin duda, al recoger las monedas, Jordi hoy, precisamente hoy, había tomado una decisión que probablemente cambie su vida.
Y él es consciente de ello: “Bueno, pues dejaré el pino”, nos dijo.
Y así, después de un año de relación, Jordi rompía con su pasado y se fiaba de nosotros: de Puri, de mí, de Miquel, de Marta, de Arrels…


¿No es un milagro?

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Comentarios de esta experiencia:

pakogamez -14/08/2010
Un milagro muy hermoso, Enrique, debes sentirte un poquito "Dios" cuando lo consigues, no? Saludos.

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ENRIQUE RICHARD RODRIGUEZ -30/08/2010
Hoy he vuelto de vacaciones y me he encontrado con tu comentario, Pakogomez. La verdad es que, en momentos así, te sientes gozoso, pero el milagro lo realiza él. Y en esto de la exclusión sólo puedes alegrarte por el hoy, porque mañana se puede derrumbar todo. Y lo que queda es el gozo del compartir y de que sigue confiando en tí y tú sigues confiando en él, porque sólo él será lo que él quiera ser. Un abrazo

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