Experiencias de Voluntariado


Construyendo en el León Dormido

Autor/a
Sin especificar
País
Ecuador

Es una experiencia de Sin especificar

Casa de super adobe desde arriba

Alguien dijo alguna vez que la persona que viaja demasiado deprisa, se pierde la esencia del viaje, pues bien yo desde que escuché esta frase procuro viajar siempre sin prisas y sin planificar en exceso. Pienso que la esencia del viaje está en dejarme llevar por lo que vaya surgiendo, seguir las señales del camino y de la vida. Este sueño comienza cuando mi amiga Cristina, se marcha a Ecuador a realizar su proyecto final de carrera y yo siento que es la oportunidad perfecta para ir a verla y conocer por fin Latinoamérica. Viajamos desde Lima hasta Bogotá, dejándonos llevar por las sorpresas del camino. Cuando a unos días de llegar a Quito, gracias a un amigo de Cristina, me aparece la posibilidad de participar en un campo de trabajo, organizado por la ONG “Un techo para Ecuador”, Cristina en esas fechas tenía que terminar unos papeleos en la universidad y no podría venir, pero yo sin dudarlo un instante me pongo en contacto con ellos y me apunto. A nivel personal todo campo de trabajo deja una huella en cada voluntario, pero creo que al tratarse de Latinoamérica esta huella es algo más profunda, todo lo que allí vives y experimentas es tan diferente a lo que estamos acostumbrados aquí en Europa, todo lo vivido allá es tan enriquecedor, tan intenso. El lugar donde se llevó a cabo esta experiencia se encuentra a las afueras de la ciudad de Quito, cerca de Tumbaco y Cumbayá, aproximadamente a una hora y media en bus y luego media hora caminando. Se trata de una pequeña comunidad de vida, formada hace algunos años. El poblado está compuesto por 11 familias que siguen una filosofía bastante radical en todos los ámbitos. Tienen su propio sistema económico, al que denominan “ecoSImía”, su sistema educativo, basado en el respeto a los procesos y a los ritmos de los niños, sin imponerles nada, ni clases, ni exámenes… Los niños aprenden solos a leer, a escribir, a sumar…

La vivienda que construimos está destinada para una de estas familias. El nombre del “León dormido”, tiene su origen en la forma de la montaña en la que se encuentran, que posee esta curiosa forma.

Los voluntarios estábamos alojados en una sala, con colchones en el suelo, la comunidad nos ayudaba a la hora de hacer el refrigerio de media mañana y la comida, mientras que los desayunos y las cenas, las hacíamos nosotros. Hicimos turnos de cocina y limpieza de las zonas comunes, dormitorio, baños, comedor, cocina... Una de las noches hicimos tortillas de patata “tipical spanish”, y la verdad no quedaron tan catastróficas como parecía.

“Un techo para Ecuador”, organizaba varios turnos de trabajo con los voluntarios, de una semana cada uno. En teoría yo iba para una semana, aunque acabe pasando allá cerca de 15 días. El ambiente entre los voluntarios era muy agradable, la mayoría eran ecuatorianos, aunque también había gente de Chile e incluso de España, dos chicas que estudian arquitectura y se encargaban del diario de obra, los planos de Autocad… Lo que más me gustó es que la misma gente de la comunidad, del León Dormido, estaban ayudando como unos voluntarios más, trabajando codo con codo con nosotros, desde los más jóvenes hasta los más mayores, era algo muy lindo.

La construcción de la casa tenía una técnica súper innovadora, que se lleva a cabo desde hace unos años en África o en India, pero esta era la primera vez que se construía con esta técnica en Latinoamérica. La casa se construye con la técnica del “súper adobe”, que consiste en rellenar unos sacos de 15 metros, construidos con rafia plastificada, de tierra (la tierra de la zona), luego se van apisonando para que la tierra quede compactada, entre saco y saco se coloca alambre de púas para que los sujete y cada tres sacos unas estacas de madera. Luego la cubierta iba a ser “cubierta viva”, es decir poner sobre el tejado un palmo de tierra y plantas de la zona. El objetivo del súper adobe es economizar en el transporte de materiales y usar materias primas de la zona, son casas muy económicas y ecológicas, usan la tierra que se quita para igualar el terreno y hacerlo plano y en realidad lo único necesario son los sacos de rafia.

De todo el tiempo que allí pasé lo que más me ha marcado han sido las conversaciones con los voluntarios y con la gente de la comunidad, con los que allí viven. Conversábamos sobre los diferentes puntos de vista de la educación, de la economía, sobre la historia de la arquitectura (son amantes de Gaudí) o estábamos todo el día contando adivinanzas, chistes, cantando, riéndonos de las expresiones típicas tanto suyas (ecuatorianas) como nuestras (españolas), de las palabras “tabú”, de los verbos que llevan a confusión (tirar, agarrar, coger, chafar…)

Recomendaría un campo de trabajo de estas características, por lo enriquecedor del contacto con estas personas, ya de por sí un campo de trabajo siempre es enriquecedor, pero si le sumamos lo enriquecedor de conocer Latinoamérica, de cruzar el charco y vivir un tiempo allá, conviviendo con las personas, conversando, compartiendo mesa, hoguera, cantos… Como ellos siempre decían es algo “bacanaso” (para nosotros sería algo así, como estupendo o fenomenal).

Los consejos que daría si alguien estuviera interesado en asistir a un campo de trabajo de estas características, que no fuera con ninguna idea previa, que se dejara sorprender. Sé que mi filosofía de viaje (y de vida), no es compartida por todo el mundo y que muchas veces es necesaria la planificación previa y por lo menos tener el contacto, el mail, el móvil... Por eso, acá os dejo el mail del coordinador del “Techo para Ecuador”, se llama David Guevara (no es familia del que todos estáis pensando), no tienen web, al menos de momento, me dijeron que tienen comprado el dominio pero les falta diseñar bien la página, no me enrollo más este es su correo: davidguevarah@gmail.com

Pues lo dicho, que si ya de por sí, un viaje a Latinoamérica es “chevere”, un campo de trabajo allá es “bacanaso”...

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