Experiencias de Voluntariado


Mi gran aventura en Marruecos II

Autor/a
Hanni
País
España
Provincia
Bizkaia

Es una experiencia de Hanni

Mi estancia allí fue… utópica. Poco a poco fui enamorándome de todos y cada uno de los aspectos del lugar: la gente, la música, la gastronomía, las calles del pequeño barrio en el que nos alojábamos, el idioma... Sin embargo, destacaría dos que sobresalen por encima del resto:

Empezando por los niños, mis pequeños salvajes. Siempre tan cariñosos, amables, hospitalarios y curiosos. A pesar de todos los obstáculos: lingüísticos, culturales, generacionales… que dificultaban nuestra comunicación fueron ellos la razón primera por la que me decidí a aventurarme en este viaje y es a ellos también a los que considero motivo del éxito del mismo. A ellos y a la valiosa enseñanza que tanto yo como mis compañeros hemos recibido por su parte, sin ser ellos mismos conscientes. Su capacidad de sonreír y mostrar la más sincera de las gratitudes ante la mínima muestra de afecto o generosidad a pesar de la difícil situación en la que desarrollaban su día a día nos sobrecogió a todos.

Siguiéndoles, los propios miembros de la organización. Tan amables, serviciales y entregados; dispuestos a colaborar para mejorar en lo posible la vida de todos los niños y familias de los pueblos en los que trabajan. Sin duda una obra social digna de reconocimiento y admiración. De hecho, a mi despedida, lloré de igual modo por aquellos fantásticos niños, que espero el futuro me brinde la oportunidad de volver a ver en un mañana convertidos en los hombres buenos que potencialmente ya son ahora, como por todos y cada uno de los miembros de la organización. Empezando por Hicham, amigo y confidente, pasando por Tarik, Rduan, Zacaria, Radouane, Didi… hasta Abdu, que será el primero que conoceréis porque es él el contacto en Marruecos o por lo menos eso me ocurrió a mí o, como no, Sara; nuestra maravillosa cocinera.

Todos/as personas increíbles que nos abrieron su país y sus corazones y se pusieron a nuestra completa disposición los veinte días que duró nuestra estancia allí.

Para que se hagan una idea, el programa que en mayor o menor medida cumplíamos a diario era el siguiente:

A las 8:30 empezaba el día con el desayuno.
A las 10:00 empezaban las clases y actividades con los chavales en el colegio. Trabajábamos dividiendo a los niños en diferentes grupos, diferenciados por edades y preferencias. En algunos grupos se impartían clases de francés, en otros de castellano, en otros de inglés… y en el mío hacíamos actividades: desde juegos varios hasta talleres. Los voluntarios, en todo momento durante el transcurso del horario lectivo, nos encontrábamos acompañados de algún miembro autóctono de la organización que nos facilitaba la comunicación con los niños mediando de traductor.
A la 13:00 finalizaba la jornada matutina y volvíamos a casa para comer. Casi olvido mencionar que era tarea de los voluntarios organizarse en grupos para llevar a cabo por turnos la tarea de poner y quitar mesa y fregar la vajilla.
Sobre la 13:30 se servía la comida y el intervalo restante desde la finalización de la misma hasta el inicio de la actividad de la tarde, era libre.
A las 16:00 comenzaba la actividad de la tarde y ésta, variaba dependiendo del día. A veces la actividad consistía en labores de limpieza de la casa o el colegio donde transcurrían las actividades de la mañana, otras veces en pintar las paredes del cole, otras teníamos piscina o vuelta por el pueblo, otras clases de árabe, otras teníamos libre… El aburrimiento no tuvo cabida en ningún momento.
A partir de las 18:30 aproximadamente, momento en el cual se daba por concluida la labor de la tarde, volvíamos a tener tiempo libre y podíamos aprovechar para ducharnos, pasear por el pueblo, acercarnos a un café cercano con acceso gratuito a Wifi… Sin embargo, he de aclarar respecto al tema del Internet que los miembros de la organización nos cedían Wifi desde sus teléfonos móviles siempre que así se lo pedíamos.
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