Jubilación a los 67 años ¡Nada lo justifica!
20/10/2010
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Reflexión crítica de Alfredo Herranz Sanz acerca del retraso hasta los 67 años para poder disfrutar de la jubilación después de una vida de trabajo.
¡No os perdáis los argumentos!
El plan aprobado por el Consejo de Ministros del viernes 29 de enero, en orden a retrasar la edad de jubilación , carece de sentido, mírese por donde se mire. Se trata de una decisión:
Políticamente incomprensible: por su contenido, por el momento en que se plantea y por las formas con las que se lanza. Objetivamente injustificada: no se corresponde con la realidad social, demográfica, laboral y económica del país. Profundamente antidemocrática: siendo tanta su importancia y tantos sus efectos, nada se adelantó sobre ese tema en el programa electoral con el que Zapatero se presentó a las elecciones hace menos de dos años. Y de hondo contenido antisocial: recorta directamente una prestación social tan primaria como la pensión y vulnera, incluso, derechos adquiridos por millones de trabajadores.Merece la pena subrayar, en primer lugar, que la iniciativa gubernamental sitúa en la órbita de la arbitrariedad y la discrecionalidad política un derecho ciudadano tan básico como la seguridad jurídica acerca de la edad a la que se accede a la jubilación, tras decenios de trabajo y de contribuir a las arcas del Estado y de la Seguridad Social.
Hoy es Zapatero el que propone subir la edad de jubilación a los 67 años ; y mañana puede ser Rajoy el que diga, con los mismos sinsentidos, que se amplía a los 69. O, por qué no, a los 70 (por cierto, en Alemania, donde se ha abierto idéntico debate, la edad media de jubilación es de sólo 61 años).
Por otro lado, es curioso que el Gobierno centre su atención en la edad del trabajador y no en los años que lleve cotizando al sistema de pensiones. Máxime cuando las estadísticas ponen de manifiesto que un alto porcentaje de los asalariados que han rebasado ya los 50 años de edad, llegarán a los 65 con 40 o más años de cotización cumplidos.
Igualmente, resulta insólito que el Gobierno ignore que la esperanza de vida en España , según datos oficiales del Observatorio del Sistema Nacional de Salud, no es de 90 años, ni de 85, como implícitamente dejan caer algunas declaraciones “oficiales”, sino de 80 (exactamente, 80 años, dos meses y 24 días). Y esta cifra se reduce a 77 años (76 años y once meses) en el caso de los hombres, que conforman el mayor porcentaje de la población trabajadora, muy especialmente la que ha rebasado los 50 años.
Lo que significa que los asalariados varones que tenían hasta ahora, con la jubilación a los 65, un horizonte de 12 años para disfrutar de la pensión antes del fallecimiento, ven, con el alargamiento a los 67, que tal horizonte de descanso vital se reduce a ¡sólo 10 años! Con independencia de que hayan estado aportando durante decenios a la financiación del sistema (para el global de los trabajadores, hombres y mujeres, el tiempo de disfrute medio de la pensión antes de la muerte se rebaja de 15 a 13 años).
En cuarto lugar, no es menos escandaloso que se hurte a la opinión pública un dato crucial: la población activa española (personas en edad y en disposición de trabajar) ha crecido enormemente y se ha rejuvenecido (gracias, en buena medida, a la inmigración) a lo largo de los últimos tres lustros. En este orden, la denominada tasa de actividad (porcentaje de la población activa sobre la total) sufrió en España un descenso continuo entre 1976 y 1996.
Con datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), en el segundo trimestre de 1996 dicha tasa fue del 49,97%, frente al 51,40 del mismo periodo de 1976. Sin embargo, a partir del 30 de junio de 1996 la tendencia ha cambiado radicalmente: desde entonces y hasta el 31 de diciembre de 2009, la tasa de actividad ha subido hasta el 59,76%. Y la población activa se ha incrementado ¡en 7.094.700 personas, un 44,68%!
Estos números garantizan objetivamente el vigente sistema de pensiones y explican que su fondo de reserva supere hoy los 60.000 millones de euros. Cosa distinta es que esa población activa no encuentre un puesto de trabajo y, contra su voluntad, nutra las cifras del paro. Pero esto no se soluciona modificando la edad de jubilación, sino creando empleo (en lugar de generar un parado más cada 28 segundos, como ha ocurrido a lo largo de todo el año 2009).
Por otra parte, el insulto a la inteligencia llega al límite cuando se argumenta el déficit público como razón para que se amplíe la edad de jubilación. ¿Tienen acaso las pensiones algo que ver con dicho déficit cuando cerraron 2009 con 8.000 millones de euros de superávit? Los 120.000 millones de euros de déficit que durante el pasado ejercicio acumularon las arcas del Estado de ninguna manera obedecen a las pensiones.
En cambio, sí han tenido mucho que ver en ello las voluminosas ayudas públicas (financiadas, obviamente, con el dinero de nuestros impuestos) canalizadas hacia la banca privada (avales, subvenciones…). Tales ayudas representan no menos de la mitad del reiterado déficit. Y gracias a ellas, la banca terminó el año con más de 17.000 millones de euros de beneficios; impulsando un ascenso del 27% de la Bolsa, con ganancias anuales de 128.000 millones de euros.
Por último, a semejante escenario hay que añadir otros dos hechos que terminan por dibujar un cuadro francamente insólito. De un lado, las prejubilaciones para personas con poco más de 50 años que el Gobierno generosamente ha autorizado tanto a esa misma banca como a muchas empresas privadas. Y que cientos de miles de jóvenes tienen cerradas las puertas del mercado laboral , mientras se quiere forzar a permanecer en él dos años más a la gente que les debería dar el relevo generacional.
En definitiva, nada justifica el plan aprobado por el Gobierno. Nada salvo la necesidad de congraciarse con los “mercados financieros”, eufemismo que oculta los intereses de la misma élite económica, bancaria y empresarial que, habiendo causado la crisis, está siendo su gran beneficiaria . Y que, como se ha demostrado en Davos, aspira a serlo todavía más.
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