Experiencias de Voluntariado


Ny Tranon Ny Ranom Boanio, colaborar en La Casa del Agua de Coco

Autor/a
Sin especificar
País
Madagascar

Es una experiencia de Sin especificar

Las casitas.
Me llamo David, soy aparejador, 33 años, vivo en Montferrer (Lleida), para situaros, cerca de Andorra. He colaborado con ‘La casa del Agua de Coco’ de Abril a Octubre de este año en Madagascar en diversos proyectos de la ONG.

“La Casa del Agua de Coco” es una organización granadina cuyo objetivo primigenio era, y es, la reinserción social de los niños de la calle en los países del tercer mundo. Este objetivo se ha ido ampliando con el tiempo a la reinserción de familias de la calle, generalmente sin padre, y también al ámbito penitenciario, cultural y educativo de las ciudades donde se actúa.

“La Casa...” trabaja actualmente en Battambang (Camboya), Fianarantsoa (Madagascar, el proyecto principal), Tulear y Majanga (también Madagascar) y, recientemente, en Salvador de Bahía (Brasil). Entré en contacto con esta ONG, de la que no había oído hablar en mi vida, a través de un anuncio en Hacesfalta.org, y, cumpliendo los requisitos exigidos, es decir, ser aparejador o arquitecto, saber francés, y tener motivación, me seleccionaron para esta colaboración puntual, de unos cuatro meses de duración. Mi motivación venía de lejos para hacer un trabajo de este tipo, y fue una pequeña locura porque cuando me salió esta oportunidad, acababa de montar mi despacho profesional, y prácticamente había desistido, por no encontrarla ni recibir respuestas, de buscar más experiencias de este tipo.

Reinserción de familias
En Fianarantsoa, dentro del campo de la reinserción social, se trata de reinsertar una treintena de familias, generalmente muy numerosas, por promoción. Cada promoción consta de 10 meses de formación, en los que se educa a los beneficiarios en todos los aspectos necesarios para que se puedan integrar a la sociedad sin problemas, es decir, se les enseña oficios, higiene, alfabetización o escolarización en general, etc., todo esto en el centro de formación que la ONG tiene en la ciudad.

El proceso de cada promoción es, primeramente, hacer una encuesta y posterior selección de familias beneficiarias, según unos criterios muy estrictos. Seguidamente empieza el proceso formativo, y al mismo tiempo, se empieza a construir los alojamientos donde estas familias se van a instalar una vez acabada la formación. Finalmente, las familias salen del centro de formación para trasladarse a sus nuevas casas con el “kit de partida”, que incluye materiales, útiles, etc. para que puedan empezar una vida digna, independiente, y autosuficiente. Las casas, que incluyen un terreno para que puedan cultivar sus propios alimentos o alimentar a los animales de granja que puedan adquirir, no es un regalo de la ONG, sino que deben pagar un alquiler, muy módico, pero incluso así suficiente para que se tenga que ser responsable para poder pagarlo, durante cinco años, al cabo de los cuales, si no ha habido problemas con el seguimiento que la ONG hace de todas las familias beneficiarias, pasa a ser de su propiedad. En las 5 promociones que han salido hasta el momento en Fiana, ha habido un 15 % de desahucios por no cumplir las obligaciones exigidas por la ONG, tanto de pagos como de mantenimiento en general.

Mi colaboración con la ONG se ha desarrollado en el apartado de la construcción de los alojamientos de la 5ª promoción de familias de la calle de Fianarantsoa, dada mi condición de aparejador. La ONG me pagó el viaje, me proporcionó vivienda en condiciones, eso sí, agua fría, y un pequeño ‘salario’ para la manutención en el lugar, por lo que fue una colaboración de voluntariado. Todos los trabajadores y voluntarios de la ONG, tanto expatriados como locales, me acogieron maravillosamente, haciéndome sentir muy cómodo desde el principio.

Lo mejor de toda esta experiencia ha sido, sin duda, los lazos de amistad que se han creado con un montón de gente, tanto malgaches como extranjeros, españoles o de otros países, sentir lo agradables y buena gente que son los malgaches en general, lo bien que me hacían sentir con la valoración que hacían de mi trabajo, sin ser “lameculos” ni mucho menos, y, en general, sentir que, haciendo el mismo trabajo, tener aquí un sentido mucho más útil y básico, sentirte mucho más realizado, por el hecho de que ves que tu trabajo ha servido para mejorar en mucho la calidad de vida de una serie de gente que realmente les hacia falta para llevar una vida digna. Cosa que, evidentemente, nunca podré sentir en la sociedad occidental en la medida que lo he sentido en Madagascar. Más cosas buenas han sido que, por ejemplo, el país es precioso, el clima, al menos en la temporada que estuve yo, siendo teóricamente otoño y invierno, fue muy bueno, el trabajo encomendado, aunque muy serio y profesional, era precioso, y la comida estaba muy bien. Eso sí, te tiene que gustar el arroz.

Como cosas “malas”, por poner algo, estaba el agua fría, y una infección de intestinos que me duro quince días, pero que ni eso me impidió desenvolverme normalmente, teniendo que variar solo el régimen alimenticio durante esos días. Sintiéndome como me sentía, alargué la colaboración con la ONG a todo lo que me daba la apertura del vuelo, o sea, 6 meses, que aproveché para desarrollar otros proyectos, como hacer un tramo de carretera nueva, adecuar una sala para hacer un centro de ocio para los niños, empezar a planear un centro de colonias y la adecuación de la cárcel en la zona de Tulear, etc. y más cosas que tenía oportunidad de seguir haciendo pero que tuve que dejar para cumplir una serie de compromisos, adquiridos con anterioridad, de mi nuevo despacho, porque si no, cabía la posibilidad de seguir allí, idea que me rondó seriamente por la cabeza.

Ahora, en mi trabajo occidental, no dejo de pensar en la posibilidad de regresar allá una vez concluidos mis compromisos aquí. Es una idea que no creo que se me vaya de la cabeza en mucho tiempo. A pesar de esto, no dejo de colaborar con la ONG en las tareas propias de aquí, es decir, sensibilización, captación de socios, búsqueda de patrocinadores, etc. Podéis escribirme para preguntarme cualquier cosa relacionada con este tema.


Hasta el momento, 25 familias de la calle, tres ciclos de 25 madres adolescentes y unas 100 mujeres de la cárcel han recibido la atención de La Casa del Agua de Coco en Madagascar.

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