Voluntariado en Malawi - Parte 1
- Autor/a
- Ainhoa Fernández del Rincón
Es una experiencia de
Ainhoa Fernández del Rincón
Introducción - Ver Exposición de esta experiencia de voluntariado
También es cierto, que a veces el corazón te pide algo con fuerza. Y eso es lo que me ocurrió a mí. Comencé mi voluntariado con 16 años sabiendo que algún día iría a África a dar lo mejor de mí, porque sentía que aquello era parte de mi camino. Sabía que quería ir allí, pero también sabía que para ello, necesitaba estar preparada, como persona y como profesional. No se puede dar aquello de lo que se carece, así que empecé a entregarme aquí para llevar lo mejor de mí allí. Y eso me ayudó mucho. Primero de todo me ayudó a conocer un poco más las necesidades que tienes a tu alrededor día a día y que el estrés de los estudios, el trabajo o la costumbre de convivir con ello, te hacen ignorarlas o no darles la importancia que tienen. En España hay mucha gente que necesita ser escuchada y un apoyo para salir adelante.
Cuando mi formación académica y profesional avanzó, y tras 10 años de voluntariado en España, cogí un avión con destino a Lilongwe, capital de Malawi.
Malawi es un pequeño país al sureste de África que años atrás atrajo mi atención ya que formaba parte de los países beneficiarios del programa Un Kilo de Ayuda de la Fundación IUVE en la que trabajaba.
No sé por qué, pero ese país me atraía e intrigaba. Trabajábamos con muchos otros sitios, pero para mí, Malawi era especial. Simplemente lo sentí así y por eso lo elegí como destino. Quizá el hecho de ser un país menos conocido y que, por tanto, recibía menos ayudas era lo que me llamó la atención. ¿Quién no conoce Kenya, Tanzania, Congo, Angola, Uganda, Mozambique… y sus múltiples programas de ayuda? Seguro que muy poquitos pueden decir que lo desconocen, pero ¿cuántos conocen Malawi y sus grandes necesidades? ¿Cuántos saben el alto porcentaje de SIDA en aquél país y el alto número de niños que mueren de inanición? Aquí el número de gente que se encogería de hombros seguro que es mayor. Eso es quizá lo que me atrajo. La necesidad de dar a conocer que hay más países de los que creemos con necesidad de ayuda.
Y allá que me fui. Con la ilusión de formar parte de algo y dar lo mejor de mí y con el enorme miedo que da la duda de saber si serás todo lo útil que quieres ser.
Me marché con el apoyo de África Directo, una ONG creada por Jose María Márquez tras conocer aquel país y ver las grandes necesidades que tenía. Uno de los programas que tenía en marcha por aquel entonces (2005-2006) era paliar la gran hambruna que estaba asolando algunas zonas del país por las consecuencias de la sequía. Además de este programa de emergencia, seguían con otros en marcha (Hospitales como el de Alinafe, Nambuma o Mtendere, programas de construcción de pozos, de ayuda a familias con bajos recursos, clínicas móviles, apoyo a escuelas locales como la de Nambuma…). Mi misión era ayudar en lo que pudiera y dar mi apoyo al personal local, porque África Directo busca la total autonomía de los proyectos, los que por allí nos dejamos caer, estamos solo para acompañarles durante ese camino a la autonomía.
Mis primeras semanas fueron algo duras. Aclimatarte a la temperatura, las costumbres, las duchas de agua fría a las 07.00 AM, el no tener luz ni agua potable… al principio cuesta, pero luego se convierte en parte de tu día a día y pierde importancia. Quizá lo más duro es intentar ser uno más, comprender la cultura y hacerte comprender. Tras muchos esfuerzos te das cuenta de que para poder conocerles y dar lo mejor de ti tienes que ser tremendamente observador y dispuesto. Y por supuesto no hacer juicios de valor.
A los pocos meses, cuando has aprendido eso, te das cuenta de que todo va rodado. Al tiempo que te das, aprendes tanto que a veces el tiempo se te hace limitado y corto y necesitas que los días duren más para poder absorber más y más. La parte personal es la más fácil de sobrellevar, excepto cuando te sientes solo...
Parte 2 de esta experiencia de volutariado
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